SUEÑOS

Una noche soñé que aún estabas a mi lado . Tus pies rozaban los míos probando giros imposibles entre nuestras sábanas. Al acostarte me decías: “¿Me abrazas? , y yo recogía tu cuerpo com un ramo de rosas, abarcándote dulcemente, dejando que tu olor impregnara mi rostro, tu último regalo de mi vigilia. Si acaso amanecía antes que tú, me gustaba prepararte ese zumo que tomabas recién exprimido y que antes de verterlo, me agradecías, entrando en la cocina de puntillas y rodeando mi cintura, torso contra espalda, con ese beso en el costado de mi cuello que me hacía arder. Era tan temprano y tan excitante…

Hoy he soñado que jamás te has marchado. Que me enseñas tu música y tus relatos. Que en el cine pruebas caricias peligrosas sabiendo que me va a costar horrores no gemir, que corremos por el andén del metro y entramos al límite en ese vagón que cierra las puertas a riesgo de cortar el binomio y que una vez dentro, suspiramos a compás y rompemos a reir. Que tomamos ese cocktail, como el de la primera cita y decido seducirte cuando en realidad te gusta hacerlo a ti. Que volvemos paseando beodos, tatareando risas tontas y que cruzamos el umbral de nuestra casa para celebrar la fiesta más privada, entre esas cuatro pequeñas paredes de la entrada que nos ha visto tantas veces sucumbir. Tantas…

Y de golpe me he despertado con uns sonrisa absurda en mis labios, el despertador sonando, la cama semi-vacía y tú no estabas allí, a mi lado, porque jamás te has marchado, porque nunca has existido, porque siempre te he soñado.